Una de las grandes tendencias en el ámbito de la alimentación saludable a día de hoy es el tan nombrado ayuno intermitente, pero, ¿qué es? ¿En qué consiste? ¿Qué beneficios se le han atribuido? ¿Realmente es una práctica beneficiosa para todo el mundo? ¿Para qué personas puede ser más útil?
Todas estas dudas serán resueltas en el artículo de hoy, pues suele ser un tema que genera una gran confusión en la población y del que suele existir muchísima información sesgada y, que en algunos casos, puede perjudicar la salud de las personas que se guíen de ella.
El conocimiento es la mejor de nuestras herramientas para actuar con conciencia, coherencia y velar por nuestra salud.
¿Qué es el ayuno intermitente? ¿En qué consiste?
El ayuno intermitente se ha divulgado y extendido como una “estrategia alimentaria” que consiste en reducir el abanico de horas del día en el que incluimos la ingesta de alimentos. Existen múltiples abanicos y horarios establecidos como el 16/8, entre otros.
Esto quiere decir que realizamos 16 horas de ayuno y las 8 horas restantes es cuando se incluyen las ingestas pertinentes. Por tanto, se trata de un modelo de alimentación cíclica con tramos horarios de abstinencia de alimentos que se prolongan más allá de las horas de descanso nocturno.
Esto se ha convertido en una gran tendencia alimentaria debido a su teórica relación y contribución al control de peso y disminución y/o regulación de algunos parámetros bioquímicos para la salud, como bien pueden ser los niveles de triglicéridos, marcadores de estrés oxidativo e indicadores de inflamación, marcadores que es interesante conocer y cuidar de forma continua para prevenir enfermedades a corto, medio y largo plazo. Sin embargo, a día de hoy, existe muchísima controversia con respecto a la relación entre el ayuno intermitente y estos múltiples beneficios asociados, pues puede ser una cuestión de correlación y no de causalidad directa, algo que profundizaremos en las preguntas posteriores.
¿Qué beneficios se le han atribuido?
En relación con lo anterior, las investigaciones iniciales sobre la puesta en práctica de esta estrategia de forma regular han estudiado sus posibles beneficios en recomposición corporal y mantenimiento de una alimentación saludable, regulación de las sensaciones de hambre – saciedad, mejora de la sensibilidad a la insulina y de la función de transporte de glucosa entre otras adaptaciones metabólicas. Sin embargo, no se trata de beneficios que no se hayan podido obtener en la salud de las personas que sigan igualmente un patrón de alimentación saludable, así como otros hábitos de vida que contribuyan a cuidar de todos los aspectos anteriores.
Profundizando en dicha correlación actual, todavía se necesita investigar mucho más sobre los beneficios reales de esta práctica, pues su efectividad a largo plazo aún no es concluyente.
¿Estos beneficios asociados a la función metabólica y hormonal, realmente vienen directamente asociados de esa restricción horaria de consumo de alimentos o bien del propio seguimiento de una alimentación y otros hábitos saludables? ¿O simplemente de una mayor saciedad y regularidad de ingestas como resultado de la realización de comidas más completas y saciantes al reducir dicho horario? Existen múltiples variantes, factores y prácticas que en numerosos ensayos no se tienen en cuenta, por lo que dicha causalidad debe ser contemplada, a día de hoy, con pinzas. De hecho, un ejemplo de factor que tiene mayor evidencia científica con respecto a la pérdida de peso y recomposición corporal viene ligada primordialmente a la ligera y continua restricción calórica acompañada de ejercicio físico, y no tanto al abanico horario en el cual ingerimos los alimentos.
Con todo lo anterior no queremos afirmar que esta forma de alimentarse no sea una buena práctica para determinado perfil de personas, simplemente es interesante analizar dicha estrategia alimentaria desde todos los puntos de vista posible para saber si es una herramienta útil a nivel genérico en nuestra salud o, simplemente es una estrategia idealizada debido a su gran divulgación en redes sociales y otros medios de comunicación.
¿Para qué personas puede ser más útil guiarnos por este modelo de alimentación?
Teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿en qué casos sí puede ser más interesante “aplicar” esta estrategia? ¿A qué personas les puede resultar beneficiosa esta forma de alimentarse?
- Cuando somos una persona que no tenemos hambre según nos levantamos. En este caso, más que practicar el ayuno intermitente, estaríamos escuchando nuestras señales de hambre y saciedad, tan importantes para una correcta salud física y mental. Además, el hecho de estar conectados con estas señales nos revela mucho sobre nuestro estado de salud hormonal, pues algunas hormonas, como la leptina o la grelina, son las que rigen estas señales en parte. Siempre hemos escuchado lo importante que es desayunar todos los días. Sin embargo, desayunar, no es más que des-ayunar, es decir, romper el ayuno. Esta acción implica realizar nuestra primera comida del día cuando nuestro cuerpo realmente lo necesite, y quizás, en el caso de algunas personas, esta necesidad biológica surge a la hora de la media mañana o de la comida. Indirectamente, estamos aplicando áreas del ayuno intermitente sin entenderlo como una estrategia que nos debemos autoimponer porque es “mejor para nuestra salud”. Lo ideal es escoger aquellas herramientas alimentarias lógicas y moldearlas en base a nuestra vida, persona y salud.
- Cuando somos una persona que no nos saciamos con facilidad, bien sea por nuestros altos requerimientos nutricionales o por el motivo fisiológico que sea. En este caso, podría ser útil reducir el número de comidas que realizamos al día y aumentar las cantidades en el momento de ingesta, por supuesto encontrando un equilibrio saludable y en sintonía con nuestra capacidad digestiva. Esto contribuirá a sentirnos saciados durante más tiempo y no sentirnos tan “dependientes” de comer cada pocas horas. Dicho esto, realizar cinco comidas al día como método exclusivo para estar sano es otro de los grandes mitos que siempre nos han acompañado. Lo ideal es ajustar el número de comidas diarias a nuestras necesidades y requerimientos en general, así como a nuestros horarios y obligaciones.
Como hemos visto, en estos casos o perfiles que hemos nombrado, se han escogido algunas de las ventajas que supone poner en práctica algunas de las características del ayuno intermitente, sin seguirlo como si fuese un dogma o una teoría radical.
Simplemente se ha hecho un análisis muy sencillo de aquellas necesidades alimentarias de un perfil de persona muy habitual y, por consiguiente, se han ofrecido aquellas acciones que pueden corresponder y ayudar a seguir una alimentación saludable. Construir nuestras propias estrategias alimentarias a través de otras existentes puede ser la mejor forma de conseguir mantener un estilo de vida saludable a largo plazo, y todo ello gracias a la escucha corporal y personalización de nuestros propios hábitos, algo a lo que nos puede ayudar un buen profesional de la dietética y nutrición en el caso de que así lo necesitemos.
BIBLIOGRAFÍA
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