Actualmente, tenemos la gran suerte de tener al alcance de un clic una gran cantidad de información sobre numerosos temas, realmente, de casi todo lo que deseemos buscar. Entre ellos, la alimentación y consejos para seguir un estilo de vida saludable y sostenible. Sin embargo, el hecho de encontrarnos con tanta variedad de ideas, opiniones y dietas, puede causarnos algo de confusión y frustración. Esa sobreinformación puede desembocar en conductas rígidas o, por el contrario, en “rendirnos” con respecto a seguir una serie de hábitos saludables que nos permitan sentirnos bien, por fuera y por dentro.
Al final, siendo conscientes de la gran diversidad de profesionales que se dedican a la divulgación científica, y no tan científica, de temáticas relacionadas con este campo, es complicado discernir cuál es la que más nos conviene o, simplemente, realizar una interpretación mentalmente saludable de las mismas. Todo ello como resultado probable de estar bombardeados por datos, definiciones y afirmaciones, algunas quizás un tanto dogmáticas y/o excesivamente simplistas. Con todo lo anterior, en este artículo queremos reflexionar sobre qué se entiende por seguir una alimentación saludable en todos los sentidos, aprendiendo cómo ser más coherentes con la puesta en práctica de la misma.
Cuando hablamos de hábitos saludables o de salud en general, es interesante que recordemos cuál es la definición de salud según la OMS (Organización Mundial de la Salud): “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Teniendo este concepto presente, podemos destacar la dificultad que tenemos en nuestra sociedad para darle el valor y la importancia que se merece a la salud mental, siendo esta igual de relevante que la física.
Cuando hablamos de hábitos saludables o de seguir un estilo de vida saludable también nos referimos a tener una buena relación con la comida y con nuestros hábitos. Implica no desarrollar conductas obsesivas en cualquiera de sus formas, implica encontrar nuestro verdadero equilibrio en nuestro día a día, permitiéndonos o mejor dicho, no exigiéndonos una perfección absolutamente irreal y muy dañina para quien la pretenda.
¿Cómo sé si estoy encontrando el equilibrio que mi salud física y mental merecen, a la par que me nutro como mi cuerpo necesita para estar saludable?
- Cuando priorizo alimentos y materias primas reales (hortalizas y verduras, legumbres, cereales integrales, semillas, grasas de calidad, carnes, huevo, pescado) pero no me siento culpable en aquellas situaciones puntuales en las que no puedo consumir dichos alimentos por los motivos que sean.
- Cuando no analizo de forma excesiva y/u obsesiva aquellas elecciones alimentarias que quizás no son las más nutritivas, pero forman parte del contexto social puntual en el que me encuentro en ese momento, bien sea porque nos encontramos en una festividad, comida familiar, de empresa, plan social etc.
- Cuando no sentimos una culpa desmedida y una sensación de descontrol abusiva y poco compasiva con nosotros y nosotras mismas en situaciones como la anterior.
- Cuando las motivaciones por comer saludable o seguir determinados hábitos de vida no están exclusivamente relacionadas con la estética y el físico.
- Cuando no seguimos dietas restrictivas y poco sostenibles en el tiempo, además de probablemente dañinas para nuestra óptima salud, mental y física.
- Cuando no limito mis ingestas de forma excesiva (aún cuando mis necesidades fisiológicas para estar saludable me lo requieren) por tener el objetivo de bajar de peso para una fecha muy cercana.
- Cuando entiendo que seguir una alimentación saludable corresponde al conjunto de ingestas que realizo en el largo plazo, y no cuando “me pongo a dieta”.
Existen múltiples acciones, pensamientos o sentimientos que nos pueden ayudar a saber si realmente tenemos una relación saludable con la comida y por ende, con nuestra mente y cuerpo. Cuando nuestro objetivo principal al alimentarnos saludablemente y poner en práctica determinados hábitos, o mejor dicho, sustituir algunos por otros mejores para nuestro bienestar a corto y largo plazo, por supuesto, siendo actos que vienen dirigidos por nuestro deseo de cuidarnos desde el amor y no desde el odio hacia nuestro cuerpo, nos damos cuenta que estamos en el camino correcto, así como más compasivo con la realidad de ser una persona, como todas las demás.
Con todo esto, las profesionales del campo de la salud no queremos referirnos a que debamos comer o hacer aquello que nos apetece solo por el mero hecho de que momentáneamente lo deseamos. Con esto queremos referirnos a que encontrar nuestro equilibrio entre la salud física y mental, ingiriendo alimentos predominantemente más nutritivos así como permitirnos más puntualmente aquellos más palatables y asociados a diversos contextos sociales sin culpabilidad (pues al final la comida está en numerosos contextos de disfrute y quedadas comunes), es imprescindible para el correcto desarrollo de nuestras funciones y vida en general.
¿Qué sucede con el hambre real y el hambre emocional? ¿Cómo lo gestionamos para encontrar el equilibrio?
Como comentábamos anteriormente es fundamental entender la salud como algo que comprende tanto el bienestar físico como el mental. Para ello es muy importante conocer que el hambre emocional es igual de válida que la que entendemos por hambre “real”, pues al final forma parte de nuestra persona.
Las diferencias principales entre el hambre real y emocional radica en la necesidad fisiológica de alimento, lo cual generalmente es lo que entendemos por hambre real. Cuando el hambre emocional se siente en situaciones puntuales y no es incapacitante o no influye de forma notoria en nuestra rutina, generalmente no supone un problema. Es más, es interesante no castigarnos por ella para no caer en conductas nocivas a nivel mental.
Por otra parte, para distinguir cada una de ellas y tomar decisiones de la manera más óptima, es necesario que estemos conectadas y conectados con nuestras señales de hambre y saciedad. En caso de encontrar mucha dificultad en ello, puede ser muy útil trabajarlo con una persona profesional de la Psicología y/o la Nutrición correspondiente. De esta forma, podremos encontrar herramientas que nos permitan conocer dichas señales, pues existen múltiples factores influyentes, tanto externos como internos.
Saber cuándo necesitamos ayuda profesional y permitirnos acudir a ella es el primer paso para evolucionar en nuestra mejora en todos los sentidos. Nuestro cuerpo y mente siempre van de la mano. De hecho, cuando se desarrollan afecciones o síntomas a los que muchas veces no asociamos a ninguna enfermedad física común, es lo que entendemos por somatizar, se trata del reflejo de una ausencia de una plena salud mental a través de síntomas físicos o funcionales. El primer paso para llevar un estilo de vida saludable es saber escucharnos, comprender lo que nos sucede y actuar como nuestro cuerpo necesita, en el plano físico y mental.
BIBLIOGRAFÍA
Organización Mundial de la Salud. (s.f.). Sitio web de la Organización Mundial de la Salud. Recuperado de https://www.who.int/es/